lunes, 19 de febrero de 2007

Beneficios del seno materno

Internacional - Miércoles 14 de febrero (12:20 hrs.)
Revela un estudio científico que el amamantar a un bebé ayuda a reforzar la salud de la madre

El Financiero en línea Londres, 14 de febrero.- Amamantar a un recién nacido beneficia no sólo la salud del bebé, sino también la de la madre, según un estudio publicado hoy en la revista británica "New Scientist".Hasta ahora se sabía que la leche materna tiene muchos beneficios para los niños, como reforzar su sistema inmunológico, pero ahora se ha comprobado que las madres también experimentan una mejora en su salud.Alison Steube, de la Escuela Médica de Harvard (EU), dirigió un estudio con 96 mil 648 enfermeras que habían dado a luz entre 1986 y el 2002.El análisis de los datos indica que las que habían pasado al menos dos años amamantando a sus hijos tenían un 19 por ciento menos de riesgo de sufrir un infarto que las que no habían dado el pecho a sus hijos.Esa diferencia se mantenía al margen de otros factores de riesgo como el historial médico familiar, la dieta o el ejercicio, según indica el estudio, presentado en un congreso médico en San Francisco.Según Steube, en el embarazo la mujer almacena más grasa y aumenta elnivel de ácidos grasos que circulan por la sangre. Al alimentar a los bebés con leche materna, "las madres pueden convertir esas reservas de energía en nutrientes para sus hijos"."Amamantar no es sólo bueno para los bebés, también lo es para las madres", apuntó la investigadora, que recomienda un periodo de lactancia de entre tres meses y un año tras el parto.Elena Dalrymple, directora de la revista "Mother & Baby", recordó que "hay innumerables razones por las que es mejor dar el pecho" que leche de farmacia a los infantes, entre ellas una mejor nutrición del pequeño y la creación de un vínculo entre madre e hijo.Dalrymple señaló que, pese a que la ciencia avala sobradamente los beneficios de la lactancia natural, falta apoyo público. (Con información de EFE/MVC)

martes, 6 de febrero de 2007

"El papel del padre durante la lactancia podemos definirlo y moldearlo"


Dr. Carlos González

Esta es una entrevista de Arturo Meoño*al pediatra Carlos González, él es autor de exitosos libros como Mi niño no me come, Bésame mucho, Un regalo para toda la vida. Además del tema de la crianza de la niñez es un experto y reconocido conferencista sobre lactancia materna.

Arturo -Según su experiencia, ¿dentro del núcleo familiar, cuáles mitos, prejuicios o "resistencias" a la lactancia son más comunes entre los hombres?

Carlos -No me da la impresión de que haya unas resistencias especiales. Más bien diría que la mayor parte de los padres están muy contentos con la lactancia. El mito es el que tiene toda la sociedad (incluyendo a la propia madre): que a lo mejor no hay suficiente leche, que a lo mejor la leche no es buena... A veces se oye decir que hay maridos que no quieren que su esposa dé el pecho porque se le va a "caer" y "estropear", o porque creen que el pecho es un órgano erótico y por tanto pertenece al marido, y no al niño. Pero el caso es que nunca he oído a ningún padre decir estas cosas, siempre son rumores, alguien que ha oído que otro ha dicho que otro piensa... a lo mejor esas supuestas resistencias son en sí mismas un mito.

Arturo -Las masculinidades predominantes ¿nos generan obstáculos a los hombres para poder tener una adecuada participación en la lactancia de nuestros hijos e hijas? ¿O lo que tenemos son vacíos en cuanto a información, formación o educación?

Carlos -Ahí me pierdo, ¿qué son las "masculinidades predominantes"?

Arturo -Las variaciones del machismo.

Carlos -¡Ah, el machismo, y la participación en la lactancia!

Ante todo, el machismo no dificulta la lactancia. Durante siglos, probablemente milenios, las mujeres han dado el pecho a pesar del machismo. Ha sido justo en el siglo en que el machismo ha disminuido un poco, y en los países en que ha disminuido, en donde la lactancia se ha visto en peligro. Supongo que es pura coincidencia.

Los padres no podemos participar en la lactancia (salvo que usemos "participar" en un sentido tan amplio que ya no tiene sentido). Podemos participar en la crianza de nuestros hijos, podemos llevarlos en brazos, cantarles, dormirles, acariciarles, lavarles, vestirles, cambiarles los pañales, jugar y hablar con ellos, llevarlos a pasear, ayudarles con los deberes, leerles libros... pero no podemos darles el pecho. Más vale acostumbrarse a ese hecho, y admitir que no es ninguna deshonra. Porque la absurda noción de que padre y madre deben hacerlo todo por igual ha llevado a algunas familias a dar biberones, "para que el padre también pueda participar".

Es fácil caer en la tentación de pensar: "mi abuelo era un machista medio salvaje, pero yo soy un hombre moderno e igualitario". Pero cada época ha tenido sus ideas y su forma de vida, con sus ventajas y sus inconvenientes.

Tal vez estamos haciendo mejor algunas cosas, pero peor otras. No, nuestro abuelo nunca cambió un pañal, pero tampoco se le hubiera ocurrido divorciarse de su esposa para irse con otra más joven, y mucho menos "olvidarse" de pagarle la pensión, o pelear ante los tribunales para poder separar a un niño de un año de su madre fines de semana alternos y dos semanas en vacaciones.

Arturo -Asumido el hecho que no podemos darles el pecho, podrías ahondar en ¿cuales serían los principales roles de nosotros los padres durante el período de lactancia?

Carlos -El papel del padre durante la lactancia no es biológico, y por tanto podemos definirlo y moldearlo a nuestro gusto. No creo que nadie pueda definir e imponer un papel como mejor que los demás. Cada familia se organiza según sus tradiciones, preferencias, expectativas y posibilidades.

Los padres pueden ganar dinero para que la madre pueda dedicarse durante un tiempo al cuidado de su hijo, pueden hacer las tareas domésticas, pueden bañar al bebé y cambiarle el pañal y consolarlo cuando llora y no se calma ni con el pecho o cuando se despierta a media noche y nadie sabe qué le pasa. Pueden apoyar a su esposa, asegurarle que lo está haciendo muy bien, que están orgullosos de ver qué buena madre es, que aunque no tenga tiempo de arreglarse está más guapa que nunca. Pueden hacerla reír. Pueden protegerla frente a las críticas de familiares y otras personas que no estén de acuerdo con la lactancia. Pueden sacar al bebé a pasear un par de horitas para que la madre pueda dormir la siesta. Pueden intentar apartarse del paso y no molestar.

Supongo que todos los padres hacen algunas o varias de estas cosas, en proporción variable.

Arturo -Ya que mencionaste el aspecto emocional, ¿qué necesidades puede tener nuestra pareja mientras está dando pecho, y cómo podríamos ayudarla a satisfacer estas necesidades?

Carlos -Seguro que cada madre tiene sus propias necesidades, así que siempre es buena idea empezar por preguntarle.

También puede ser, por supuesto, que no sea consciente de sus propias necesidades, o que no sepa expresarlas, o que le parezcan una tontería y no se atreva a nombrarlas. O que intente amoldarse a lo que la sociedad espera(o a lo que ella cree que la sociedad espera) de ella, y dé la respuesta "correcta" en vez de la real.

Parece todo muy complicado; pero al fin y al cabo no somos psicólogos, sólo maridos. Hacemos lo que podemos, y lo importante es la buena voluntad.

En esa buena voluntad se incluye el suponer que también ella tiene buena voluntad, que también hace lo que puede aunque no siempre acierte. La felicidad requiere cierto esfuerzo por ambas partes.

Arturo -¿Qué diferencias y qué constancias encuentras entre los hombres que vivimos en la "cultura occidental" en comparación con las familias en la prehistoria?

Carlos -¡Anda! Cada vez me haces preguntas más difíciles. En la anterior casi no se me ocurría nada, y ahora menos.

Para empezar, los hombres (varones) actuales de la "cultura occidental" son muy distintos unos de otros. Hay grandes diferencias por países, por clases sociales, por edad, por carácter... y diferencias puramente individuales. Probablemente si algo nos distingue, en general, de nuestros antepasados, es el mucho tiempo que dedicamos a trabajar, y el poco tiempo que por tanto tenemos para la familia, los amigos y para nosotros mismos. Los grandes primates en la naturaleza suelen dedicar sólo dos o tres horas al día a buscar comida y comérsela. Nosotros dedicamos ya ese tiempo a ir de compras, cocinar, comer y lavar los platos. Sólo que nosotros, antes de ir de compras, necesitamos trabajar ocho horas diarias para que nos den unos papelitos de colores con los que ir de compras.

Otras diferencias importantes es que nos parece normal vivir más de 70 años, cuando nuestros antepasados debían considerar una gran suerte el pasar de 35, y que nos parece que la muerte de un niño es una catástrofe, una desgracia, una mala suerte excepcional, cuando nuestros antepasados debían contar con que al menos la mitad de sus hijos morirían en la primera infancia.

¿Y todo eso qué importa? Pues no lo sé. Por eso digo que no se me ocurre qué responder a esta pregunta...

Arturo -Nada, a mí me encanta cuando podemos ver las cosas en perspectiva histórica.

Bueno, la última, a mis amigos cuando me entero que van a ser papás les digo "duerman muy bien ahora" y después cuando ya son papás y los veo con ojeras les dijo "intenten hacer pequeñas siestas a cualquier hora" y tú como doctor y como padre ¿qué sugerencias tendrías para los padres que tienen bebés lactantes?

Carlos -Aquí en España (y supongo que en otros sitios) a los jóvenes les encanta "ir de marcha". Se van a una discoteca, y luego a otra discoteca, y cuando cierran todas se van a un "after hours", y luego desayunan... Si les sugieres que estén en casa a las 11, o al menos a la 1 de la madrugada, te miran como si fueras extraterrestre. ¿Serán esos mismos los que, unos años después, vienen a quejarse de que el bebé no les deja dormir? Pues qué pena que me dan (risa malévola).

Bueno, ahora en serio. Tener hijos es cansado, y exige muchas horas de trabajo. Desgraciadamente, nuestro sistema económico no lo reconoce. Pretende que hagamos lo mismo que hacíamos antes, y además cuidemos a los niños, como si fuera cuestión de media horita al día.

Como padre, lo primero que diría a mis "colegas" es que prueben a dormir con sus hijos. Todos en la cama grande es mucho más descansado. Que no se duerme igual que sin hijos, desde luego que no, pero es mucho más cómodo tener al bebé al lado y consolarle en seguida que recorrer cada noche el pasillo varias veces para encontrarse con un bebé totalmente desvelado, porque hemos tardado cinco minutos en acudir. Además de cómodo, dormir con los hijos es agradable, una de las cosas más divertidas que tiene la paternidad.

Y lo segundo, que no le echen a sus hijos la culpa de nuestra forma de vida. No es un bebé exigente y manipulador, que nos tiene toda la noche despiertos sin comprender que hemos de madrugar para ir al trabajo. En todo caso, echémosle la culpa a un empresario exigente y manipulador, que nos obliga a llegar temprano al trabajo sin comprender que por la noche hemos estado atendiendo a nuestro hijo. A lo mejor el empresario tampoco tiene culpa, pero al menos no es hijo nuestro.

*(Arturo Meoño el productor y director artístico de la Unidad de Radio Nederland en AL)


Relato de un padre primerizo



Por Juan Carlos Sánchez (costarricense)

Con toda la expectativa generada luego de la decisión de crear una nueva vida y luego de la confirmación de que estábamos embarazados, Karla y yo nos pusimos a investigar el día a día de nuestro nuevo hijo, Gustavo.

Conforme pasaban los meses nos llegó material sobre la alimentación de nuestro retoño, fue ahí cuando nos percatamos de que efectivamente teníamos que alimentarlo y no teníamos idea de: ¿cómo, cuándo o cuánto?

Gracias a un amigo nos pusimos ojos a la obra a leer sobre la lactancia materna, sus beneficios y la increíble cantidad de mitos que rodean esta práctica tan maravillosa.

Nos pudimos preparar para la oleada de consejos (buenos y malos), tener paciencia y comprender. Hemos oído consejos para evitar que se “seque la leche”, pezones agrietados o como hacer para producir más leche. Como ustedes saben, la Leche NO se seca, los senos dejan de producir si no se estimulan, los pezones agrietados se pueden prevenir con una buena lubricación en los meses previos al parto y con una buena postura del bebé a la hora de succionar y que la forma más efectiva de producir leche es que el bebe se alimente más seguido, ¡ah! se me olvidaba, el bebé come lo que necesita las veces que él crea necesario, NO es que la leche no le "sustenta".

Gracias a la Liga de la Leche también fuimos capaces de superar la crisis provocada luego de tener a nuestro hijo recién nacido en el hospital por una semana y sólo con biberón; comprenderán que luego de salir del hospital, Gustavo sólo quería leche en biberón. Bueno, fue gracias a los consejos de nuestras amigas que con paciencia pudimos retomar de forma exclusiva la Lactancia Materna hasta los 6 meses.
Desde mi perspectiva de padre, he aprendido y he podido ser de apoyo en los momentos difíciles, he podido evacuar dudas y apoyar a otras personas con mi experiencia.

"Nuestro bebe debía tener la alimentación a la que tiene derecho"



Testimonio de César Avendaño (peruano)



Cuando acudí a la Liga de la Leche al saber que estaba esperando un bebé tenía una idea muy clara: nuestro bebé debía tener la alimentación a la que tiene derecho, a la leche materna. No teníamos muy claro cual era el tiempo recomendado o cómo solucionar los problemas típicos que podrían surgir. Pero era claro para mi que nuestro bebe no podía tener otra alimentación.
Hoy con nuestro bebe en brazos me alegro de haberme preocupado por esto de antemano y de haberle dado todo el apoyo a mi esposa y ser exitosos en la lactancia.
Es maravilloso sentir que siendo el único alimento que toma mi bebé, lo nutre tan bien, la habilidad que ha desarrollado en la succión, lo despierto que es y el semblante de niño sano y bien alimentado.
Además el vínculo que ha desarrollado con su mamá, tan cercano y tierno a la vez, hacen que compartir esta experiencia con ellos sea de lo más satisfactoria y nos permite disfrutar de una experiencia plena de padres contentos.

lunes, 5 de febrero de 2007

Lactancia materna: ¿cómo puede ayudar papá?

Por Robina Riccitiello


Muchos padres pueden sentirse excluidos cuando se trata de lactancia materna. No pueden alimentar a su bebé y sienten cierta envidia de la cercanía que mamá y bebé comparten mientras amamantan. Pero, aunque no estén conscientes de ello, los padres juegan un papel crucial en la lactancia. Su apoyo a menudo marca la diferencia para que la madre siga intentando amamantar y tenga éxito o que se desanime y se dé por vencida antes de haber aprendido a hacerlo bien.

“EL apoyo del padre es crucial, especialmente en la madre que amamanta por primera vez”, dice Amy Spangler, enfermera, consultora certificada de lactancia y autora del libro “Amy Spangler’s Breastfeeding: A Parent’s Guide”. “El padre es la persona que está más tiempo con ella y quien la conoce mejor. Si él muestra entusiasmo, está informado y la apoya… esto marca toda la diferencia en el mundo en determinar si la lactancia será o no será exitosa y placentera para esa madre y su bebé”.

Sin la ayuda de sus parejas, muchas mujeres no logran atravesar los primeros días y semanas de lactancia, que a menudo pueden ser difíciles. Cuando un padre hace el esfuerzo de animar y reconfortar a la nueva madre, ella tiende a sentirse más confiada en su elección de amamantar.

“Lo mejor que un esposo puede hacer es simplemente estar dispuesto a apoyarte en tu lucha”, dice Ana, madre de tres hijos en Minneapolis, quien siempre ha tenido dificultades al inicio de la lactancia, pero que siguió intentándolo porque sabía que era lo mejor para sus hijos. “Pienso que muchas veces ellos no comprenden por qué luchamos tan duro para lograr amamantar cuando parece tan fácil darle al bebé leche artificial en un biberón. Realmente tienes que tener un esposo que comprende por qué lo estás haciendo y que está comprometido con la lactancia, para que cuando tú quieras darte por vencida, él te pueda animar para que continúes”.

La parte más difícil para muchos padres es sentirse excluido en los primeros días y semanas de la vida del bebé. Pero ese es el mejor período para involucrarse y aprender cómo hacer otras cosas que los pueda ayudar a apegarse a sus bebés. Algunos padres les cantan o los llevan en cargadores tipo “cangurito” o aprenden a darles un baño de esponja. Una estupenda forma para fomentar el apego entre el padre y su bebé es colocar al recién nacido, vestido sólo con pañales, en el pecho desnudo del papá, para que el bebé sienta el calor de su piel y aprenda cómo huele papi, mientras ambos se acurrucan bajo una cobija.

Un sorprendente número de padres se unen al club de los desvelados al levantarse de la cama para cambiar pañales antes de entregarle a la madre a su bebé hambriento.

“Shel era estupendo en traerme a Noah en la madrugada para que yo lo amamantara. Èl le cambiaba el pañal, lo arrullaba y lo mimaba”, dice Ruth, una dedicada madre de dos hijos que vive en California del Sur.

Otros padres proporcionan compresas calientes para aliviar la ingurgitación (o plétora), o se hacen cargo del bebé para que la madre pueda darse un relajante baño antes de darle pecho al bebé.

“Pienso que algunos hombres se sienten excluidos de este proceso, por eso es importante involucrarlos en todo lo que se pueda”, dice Anna.

Lisa, una diseñadora gráfica de Montana, California, dice que su esposo se levantaba temprano para jugar con Tom, de un año, para que ella pudiera dormir un poco más.

“Mientras yo amamantaba, él me traía agua o jugo, un libro o una revista”, dice. “Algunas veces, sólo nos sentábamos a conversar. Eso era estupendo”.

Proporcionar comida y bebidas es una buena forma de ayudar a las nuevas madres a mantener su producción de leche. Muchas nuevas madres están tan ocupadas con sus bebés que no se toman el tiempo de comer adecuadamente para así permitirle a sus cuerpos que produzcan suficiente cantidad de leche. Puede ser que esas mismas madres, durante el embarazo, se aseguraban de comer suficientes frutas y vegetales. Pero una vez el bebé llega, se olvidan que aún son una parte fundamental en el desarrollo de sus infantes: las únicas proveedoras del alimento de sus bebés.

Spangler dice que los padres necesitan recordar que ellos juegan un papel importante en el desarrollo infantil. Ella dice que los padres (y madres) necesitan recordar que los infantes aprenden por el tacto. Mecerlos, arrullarlos y tenerlos en brazos son cruciales para su crecimiento.

“La lactancia es una parte muy pequeña de la crianza”, dice Spangler. “Los bebés tienen tantas otras necesidades además de comer. Depende de papá el ser creativo y satisfacer esas otras necesidades”.

Los padres primerizos, especialmente, necesitan que se les anime para cargar y jugar con sus recién nacidos, porque a menudo están renuentes a cargar a sus diminutos bebés. Cada madre debería asegurarse de que el padre de su bebé pasa suficiente tiempo cargándolo y arrullándolo. Esto es especialmente importante cuando el padre tiene que competir con su suegra, sus cuñadas, vecinos y con su propia madre para tener la oportunidad de cargar al bebé.

Una vez la lactancia está bien establecida, los padres pueden involucrarse en el proceso de alimentación dándole al bebé un biberón con leche materna extraída. Es mejor esperar varias semanas, hasta que la producción de leche está bien establecida y el bebé es un experto en tomar el pecho, antes de que el papá intente darle un biberón con leche materna.

Los padres pueden ser de más ayuda si se arman con mucha información proveniente de libros, clases o recursos en línea. Hablar con amigas que han pasado por lo mismo puede ayudar a prepararlos para la experiencia que a veces puede ser un reto. Tan solo hacer el esfuerzo de aprender sobre la lactancia antes de que el bebé nazca demuestra que un padre está ansioso por ser una parte activa en la vida de su hijo o hija.

“Leí uno o dos de los libros que compramos sobre crianza para expresarle mi apoyo”, dice Ted, un piloto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, padre de dos niños pequeños. “Estuve de acuerdo en hacerme a un lado y dejar que Mary lo hiciera, ya que de los dos, ella era la única armada con el equipo necesario”.

Sin embargo, Ted encontró otras maneras de ayudar.

“Cuando estaba en casa, ayudé a sacar muchos gases después de que se alimentaban”, recuerda Ted. “Y limpié muchos regueros”.

Otros padres se ponen como escudos para que sus esposas tengan privacidad para dar el pecho cuando están en público.

“Descubrí que, a pesar de que mi esposa tenía una perspectiva saludable en cuanto a lo natural y aceptable que es amamantar en público, ella se sentía más cómoda conmigo como escudo humano. Ella sentía que así era más seguro y más privado”, dice Bill, un ejecutivo de California cuyo hijo tiene 18 meses.

Algunos padres recurren a tradiciones ancestrales para mantener alta la producción de leche de sus esposas.

“Para mi esposo, la solución para acelerar la producción de leche en la primera semana es correr a comprarme cerveza oscura, de acuerdo a lo que él dice es la tradición europea”, dice Patty Brown, una de las socias de Breastfeeding.com y madre de tres. “Odio la cerveza, pero la atención que él me presta es fantástica”.

Los expertos en lactancia están de acuerdo en que para lograr un buen inicio de la lactancia, y mantenerla durante el primer año de vida del bebé, según recomienda la Academia Americana de Pediatría, es mucho más fácil cuando la madre y el padre actúan en equipo, animándose mutuamente y ayudándose el uno al otro a ser padres apegados y solidarios. Spangler dice que los padres y madres primerizos, especialmente, deben recordar que necesitan trabajar juntos para aprender a ser buenos padres.

“Una madre primeriza está tan asustada como el padre y teme hacer algo incorrecto. La confianza llega conforme se pasa tiempo con el bebé, y con la práctica”, dice Spangler.

(Traducido por Waleska Porras, Publicaciones LLL de América Latina)

DECLARACION SOBRE EL LLANTO DE LOS BEBES

Hombres y mujeres, científicas y profesionales que trabajamos en distintos campos de la vida y del conocimiento, madres y padres preocupados por el mundo en el que nuestros hijos e hijas van a crecer, hemos creído necesario hacer la siguiente declaración:

Es cierto que es frecuente que los bebés de nuestra sociedad Occidental lloren, pero no es cierto que 'sea normal'. Los bebés lloran siempre por algo que les produce malestar: sueño, miedo, hambre, o el más frecuente, y que suele ser causa de los anteriores, la falta del contacto físico con su madre u otras personas del entorno afectivo.




El llanto es el único mecanismo que los bebés tienen para hacernos llegar su sensación de malestar, sea cual sea la razón del mismo; en sus expectativas, en su continuum filogenético no está previsto que ese llanto no sea atendido, pues no tienen otro medio de avisar sobre el malestar que sienten ni pueden por sí mismos tomar las medidas para solventarlo.

El cuerpo del bebé recién nacido está diseñado para tener en el regazo materno todo cuanto necesita, para sobrevivir y para sentirse bien: alimento, calor, apego; por esta razón no tiene noción de la espera, ya que estando en el lugar que le corresponde, tiene a su alcance todo cuanto necesita; el bebé criado en el cuerpo a cuerpo con la madre desconoce la sensación de necesidad, de hambre, de frío, de soledad, y no llora nunca. Como dice la norteamericana Jean Liedloff, en su obra The Continuum Concept, el lugar del bebé no es la cuna ni la sillita ni el cochecito, sino el regazo humano. Esto es cierto durante el primer año de vida; y los dos primeros meses de forma casi exclusiva (por eso la antigua famosa 'cuarentena' de las recién paridas); luego, los regazos de otros cuerpos del entorno pueden ser sustitutivos algunos ratos. El propio desarrollo del bebé indica el fin del periodo simbiótico: cuando se termina la osificación y el bebé empieza a andar: entonces empieza poco a poco a hacerse autónomo y a deshacerse el estado simbiótico.

La verdad es obvia, sencilla y evidente.

El bebé lactante toma la leche idónea para su sistema digestivo y además puede regular su composición con la duración de las tetadas, con lo cual el bebé criado en el regazo de la madre no suele tener problemas digestivos.

Cuando la criatura llora y no se le atiende, llora con más y más desesperación porque está sufriendo. Hay psicólogos que aseguran que cuando se deja sin atender el llanto de un bebé más de tres minutos, algo profundo se quiebra en la integridad de la criatura, así como la confianza en su entorno.

Los padres, aunque nos han educado en la creencia de que 'es normal que los niños lloren' y que 'hay que dejarles llorar para que se acostumbren', y por ello estamos especialmente insensibilizados para que su llanto no nos afecte, a veces no somos capaces de tolerarlo. Como es natural si estamos un poco cerca de ellos, sentimos su sufrimiento y lo sentimos como un sufrimiento propio. Se nos revuelven las entrañas y no podemos consentir su dolor. No estamos del todo deshumanizadas. Por eso los métodos conductistas proponen ir poco a poco, para cada día aguantar un poquito más ese sufrimiento mutuo. Esto tiene un nombre común, que es la 'administración de la tortura', pues es una verdadera tortura la que infligimos a los bebés cuando hacemos esto, y nos infligimos a nosotras mismas, por mucho que se disfrace de norma pedagógica o pediátrica.

Varios científicos estadounidenses y canadiense (biólogos, neurólogos, psiquiatras, etc.), en la década de los noventa, realizaron diferentes investigaciones de gran importancia en relación a la etapa primal de la vida humana; demostraron que el roce piel con piel, cuerpo a cuerpo, del bebé con su madre y demás allegados, produce unos moduladores químicos necesarios para la formación de las neuronas y del sistema inmunológico; en fin, que la carencia de afecto corporal trastorna el desarrollo normal de las criaturas humanas. Por eso las y los bebés, cuando se les deja dormir solos en sus cunas, lloran reclamando lo que su naturaleza sabe que les pertenece.

En Occidente se ha creado en los últimos 50 años una cultura y unos hábitos, impulsados por las multinacionales del sector, que elimina este cuerpo a cuerpo de la madre con la criatura y deshumaniza la crianza: al sustituir la piel por el plástico y la leche humana por la leche artificial, se separa más y más a la criatura de su madre. Incluso se han fabricado modelos de walkyes talkys especiales para escuchar al bebé desde habitaciones alejadas de la suya. El desarrollo industrial y tecnológico no se ha puesto al servicio de las pequeñas criaturas humanas, llegando la robotización de las funciones maternas a extremos insospechados.

Simultáneamente a esta cultura de la crianza de los bebés, se "medicaliza" cada vez más la maternidad de las mujeres; lo que tendría que ser una etapa gozosa de nuestra vida sexual, se convierte en una penosa enfermedad. Entregadas a los protocolos médicos, las mujeres adormecemos la sensibilidad y el contacto con nuestros cuerpos, y nos perdemos una parte de nuestra sexualidad: el placer de la gestación, del parto y de la exterogestación, lactancia incluida. Paralelamente las mujeres hemos accedido a un mundo laboral y profesional masculino, hecho por los hombres y para los hombres, y que por tanto excluye la maternidad; por eso la maternidad en la sociedad industrializada ha quedado encerrada en el ámbito privado y doméstico. Sin embargo, durante milenios la mujer ha realizado sus tareas y sus actividades con sus criaturas colgadas de sus cuerpos, como todavía sucede en las sociedades no occidentalizadas. La imagen de la mujer con su criatura tiene que volver a los escenarios públicos, laborales y profesionales, so pena de destruir el futuro del desarrollo humano.

A corto plazo parece que el modelo de crianza robotizado no es dañino, que no pasa nada, que las criaturas sobreviven; pero científicos como Michel Odent (1999 y http://www.primal-health.org/), apoyándose en diversos estudios epidemiológicos, han demostrado la relación directa entre diferentes aspectos de esta robotización y enfermedades que sobrevienen en la edad adulta. Por otro lado, la violencia creciente en todos los ámbitos tanto públicos como privados, como han demostrado los estudios de la psicóloga suizo-alemana Alice Miller (1980) y del neurofisiólogo estadounidense James W. Prescott (1975), por citar sólo dos nombres, también procede del mal trato y de la falta de placer corporal en la etapa primera de la vida humana. También hay estudios que demuestran la correlación entre la adicción a las drogas y los trastornos mentales, con agresiones y abandonos sufridos en la etapa primal. Por eso los bebés lloran cuando les falta lo que se les quita; ellas y ellos saben lo que necesitan, lo que les correspondería en ese momento de sus vidas.

Deberíamos sentir un profundo respeto y reconocimiento hacia el llanto de los bebés, y pensar humildemente que no lloran porque sí, o mucho menos, porque son malos. Ellas y ellos nos enseñan lo que estamos haciendo mal.

También deberíamos reconocer lo que sentimos en nuestras entrañas cuando un bebé llora; porque pueden confundir la mente, pero es más difícil confundir la percepción visceral. El sitio del bebé es nuestro regazo: en esta cuestión, el bebé y nuestras entrañas están de acuerdo, y ambos tienen sus razones.

No es cierto que el co-lecho (la práctica de que los bebés duerman con sus padres) sea un factor de riesgo para el fenómeno conocido como 'muerte súbita'. Según The Foundation for the Study of Infant Deaths, la mayoría de los fallecimientos por 'muerte súbita' se producen en la cuna. Estadísticamente, por lo tanto, es más seguro para el bebé dormir en la cama con sus padres que dormir solo (Angel Alvarez www.primal.es).

Por todo lo que hemos expuesto, queremos expresar nuestra gran preocupación ante la difusión del método propuesto por el neurólogo E. Estivill en su libro Duérmete Niño (basado a su vez en el método Ferber divulgado en Estados Unidos), para fomentar y ejercitar la tolerancia de los padres al llanto de sus bebés; se trata de un conductismo especialmente radical y especialmente nocivo teniendo en cuenta que el bebé está aún en una etapa de formación. No es un método para tratar los trastornos del sueño, como a veces se presenta, sino para someter la vida humana en su más temprana edad. Las gravísimas consecuencias de este método, han empezado ya a ponerse de manifiesto.

Necesitamos una cultura y una ciencia para una crianza acorde con nuestra naturaleza humana, porque no somos robots, sino seres humanos que sentimos y nos estremecemos cuando nos falta el cuerpo a cuerpo con nuestros mayores. Para contribuir a ello, para que tu hijo o tu hija deje de sufrir YA, y si te sientes mal cuando escuchas llorar a tu bebé, hazte caso, cógele en brazos para sentirle y sentir lo que está pidiendo; posiblemente sólo sea eso lo que quiere y necesita, el contacto con tu cuerpo. No se lo niegues.

Cuando un recién nacido aprende en una sala de nido que es inútil gritar... está sufriendo su primera experiencia de sumisión. (Michel Odent)

Nota : para más información, puedes consultar los libros:

  • Bésame mucho, Carlos González, Ed. Temas de Hoy
  • Nuestros hijos y nosotros, Small, M.F. Ed. VergaraVitae (Buenos Aires)
  • En busca del bienestar perdido (el concepto del continuum), Jean Liedloff, Ed. Obstare
  • El bebé es un mamífero, Michel Odent, Ed. Mandala
  • Y también : www.primal-health.org www.primal.es